sábado, 28 de agosto de 2010

Optimismo y motivación

Vía fusero veo una conferencia de Emilio Duró sobre optimismo y motivación. Emilio Duró es Licenciado en Económicas por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster en Administración y Dirección de Empresas por la ESADE.



Reconozco que he visto la conferencia un par de veces. La primera me impactó, me atrajo la capacidad de comunicación de este personaje (sin ánimo despectivo) que durante una hora me mantuvo interesado en su charla. Cuando esto me pasa, suelo volver a ver el vídeo una segunda vez, ahora sí intentando ser un poco más crítico.

No estoy en contra de las conclusiones del ponente, pero me choca un poco la charlatanería y simpleza con la que se puede llegar a ellas. Presenta a la felicidad como un estado final en nuestra vida, alcanzable según él, manteniendo nuestro cuerpo en un estado físico adecuado y rodeándonos de gente optimista, con vitalidad, alegre... y empleando nuestro tiempo en tareas que nos apasionen, en que vivamos con pasión, etc. Obvia las contigencias de la vida, las circunstancias por las que cada individuo puede pasar en su vida.

Tal vez yo, que suelo poner todo este tipo de cosas en cuarentena, sea un pesimista según este señor, simplemente porque ponga parcialmente en duda la base de su razonamiento. Para mí la felicidad no es un estado permanente de vida, igual que uno no es optimista ni pesimista por naturaleza. La felicidad es un estado de ánimo, pasajero. Uno es feliz un determinado momento e infeliz en otros. En mi modo de pensar (y ya me empiezo a poner algo metafísico) no existe la felicidad completa ni eterna, como no existe una persona optimista ni pesimista. Una persona puede ser más o menos optimista dependiendo de la situación. Yo, que soy bético, ante un Barça - Betis, soy pesimista. O realista. U optimista cargado de realismo, llámenlo como quieran. De la misma forma hay estados de mi vida en los que he sido muy feliz y otros en los que la felicidad brillaba por su ausencia. Y estoy seguro que ambos volverán y se alternarán en mi vida.

Me resulta paradójico que el ponente se queje de no disfrutar de su hijo y su esposa, de haber vivido para su trabajo, de reprocharse estar a punto de tirar para el otro barrio por culpa de la bajada de ventas del Yoplait desnatado, y ahora se pase día tras día de conferencia en conferencia por todo el mundo.

Veo positivo tomar en consideración lo que comenta: aprovechar nuestro dia a dia, cuidar nuestro cuerpo, vivir con nuestros seres queridos, poner ilusión en nuestros quehaceres... pero sin llegar al cinismo. Lo malaje no se pega al igual que el rodearse de gente feliz y rebosante de alegría, no te da la felicidad. Alguno podría incluso sentirse más infeliz y sentirse profundamente desgraciado al compararse con otros. Para algunos psicólogos, la envidia (en su forma negativa, diferente del sentimiento de admiración) es un sentimiento mucho más primario. Y si todos somos hijos de Caín... algo debemos haber heredado :-) Además el desprecio de los infelices (recordando que el sentimiento de la felicidad es un estado de ánimo) es injusto y antisocial, y paradójicamente a más de uno el rechazar a un infeliz por el mero hecho de sentirse infeliz, podría conllevarle un cargo de conciencia y un estado de infelicidad fruto del sentimiento de culpa inducido. No se si me explico.

Resumiendo, como charla para motivar al personal está bien. Pero desde mi punto de vista no hay que confundir felicidad con motivación. Este tipo de charlas son útiles para motivar, y un gran número de empresas las utilizan para conseguir que sus empleados estén más motivados con el fin de aumentar la productividad de los mismos, a partir de la premisa de que los empleados motivados son más productivos. Pero no confundir motivación con felicidad, puesto que la felicidad es por definición un fin último. La motivación es un agente conductor hacia la felicidad, si entendemos la felicidad como un estado emocional fruto de la satisfacción obtenida por la consecución de una meta. De ahí que Emilio Duró haga hincapié en que trabajemos en lo que nos apasiona y nos gusta, porque si no esa satisfacción no nos pertenecerá y esa motivación no nos llevará a un estado de felicidad plena. Para que esa motivación conduzca en estados de felicidad, en satisfacción por la meta alcanzada, es necesaria una implicación en la tarea realizada, la pasión a la que se refiere Emilio. Pero a menudo, esa motivación en pro de la consecución de los objetivos deseados, implica un gran esfuerzo, a menudo sufrimiento, y en muchos momentos, durante ese sufrimiento, momentos de mal humor. Que le pregunten a un opositor, a un corredor en plena maratón... Y no siempre se consigue el objetivo deseado.

Según Bertrand Russell, "la falta de las cosas que el hombre desea es un elemento indispensable de la felicidad". Y la motivación es por tanto el vehículo necesario para poder alcanzarlas. Y después de una meta, otra, y luego otra. ¿Y se acaba alguna vez? Según Abraham Maslow, en su controvertida pirámide de necesidades, la necesidad de autorrealización es la última, si bien ha habido casos en los que determinados personajes se han sentido autorrealizados sin haber cubierto sus necesidades básicas. ¿Qué pasa si alguien no consigue llegar a satisfacer plenamente esa necesidad de autorrealización? ¿Aparece la depresión? Uf... me estoy rayando ya demasiado con esto.

Simplemente dejo aquí otra frase célebre para aquellos que hayan llegado leyendo hasta aquí. "La felicidad no es un ideal de la razón, sino de la imaginación" (Inmanuel Kant). Y ahora que cada uno le de las vueltas que quiera.

Nota: En el fondo la charla de Emilio Duró me ha gustado, pero como mi blog estaba un pelín abandonado... :-)